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Síntesis y conclusión sobre la violencia Iniciábamos este blog de Etnografía y Educación con la invitación a participar en la reflexión en torno a la violencia escolar, introduciendo la cuestión con un desde la cosmovisión etnográfica. Como habeís podido comprobar, los moderadores hemos adoptado un papel aparentemente pasivo, dado que nuestras intervenciones se han limitado al ánimo participativo de una parte, y al cuidado formal de otra; sin embargo, ha llegado el momento de la conclusión del tema, y no nos resistimos a la valoración global de las intervenciones. En primer lugar, las felicitaciones a quienes han participado, porque tono y contenido responden al statu quo dominante; es decir, resulta difícil distinguir las argumentaciones expresadas en el blog, de la tónica dominante del sentir de la ciudadanía, cotidianamente dictada en las tertulias radiofónicas y televisivas, y en los artículos de opinión de la prensa. Perfecto. La sincronía entre, en términos democráticos, el sentir popular –secuestrado en la partitocracia–, y la razón científico–profesional, resulta pragmáticamente eficaz. Nuestra duda, sin embargo, persiste, ¿acaso el profesional de la orientación y de la educación cuando argumenta tan solo es capaz de replicar (es decir, repetir) las razones del político ahora en boca del periodista de conveniencia?; si los discursos no difieren, ¿acaso la práctica del profesional se ve limitada, unívocamente, a replicar también (es decir, repetir de nuevo) los tópicos dominantes? Es decir, y en otros términos más particulares, si culpabilizamos a los padres (o a la sociedad, o al vecino de enfrente) de la violencia, quiere eso decir que damos por bueno el axioma aprofesional del la culpa es de … y yo no puedo hacer nada, negando así el propio sentido de la profesión docente y orientadora?, ¿no existe diferencia –en definitiva– entre el estudiante en formación y el (necesariamente) ignorante en el campo profesional? En segundo lugar, y consecuente con el primero, la autocrítica: decíamos, “… desde la cosmovisión etnográfica …”, craso error; previo a la cosmovisión etnográfica está la ética profesional. La cosmovisión etnográfica precisa una visión ética de la profesión –es cierto, humanista e implicada en la intersubjetividad–, pero es común a todos los profesionales la propia ética (el deberse a la persona, con independencia de las causas exógenas o endógenas, en terminología convencional, que generan la situación). Lo sentimos. Éramos excesivamente pretenciosos. Volvemos, en este segundo tema, a un nivel anterior, genérico, cual es el de proponer tan solo razones, argumentadas en la teoría y con repercusiones en las prácticas –es decir, reflexión en la praxis– de cada uno de los hipotéticos participantes en el blog. Con esta intención presentaremos, en las próximas horas, el nuevo tema.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hola de nuevo!!intenet poner el comentario al tema de violencia pero no se porque no saliaLo vuelvo a poner otra vez aqui,espero que llegue:

Desde mi punto de vista creo que no debemos centrarnos en el hecho de que la violencia escolar no cese por completo y temiéndonos lo peor. Lo que debemos hacer como maestros es analizar los porqués por los cuales se producen esas agresiones y violencia dentro de las aulas.

Es necesario ponerse en el papel del alumno, todos nosotros hemos pasado por donde están ellos y tenemos que averiguar cómo se sienten tanto los agredidos como los agresores.

Los niños se ven muy influidos por el entorno, comenzando por el familiar hasta llegar al escolar y de amigos. Si un niño no tiene un buen modelo familiar en que fijarse acabará por imitar lo que más fácil le resulte.

Hablamos de violencia escolar, donde los niños se sienten amenazados por otros niños que se les considera en un principio con valores despectivos.
Lo que no todo el mundo se para a pensar que esos niños que agraden a otros, puede que haya un caso de violencia en su propia casa por parte de sus padres en donde esos niños no pueden defenderse y lo pagan en el colegio con los de su edad como medio de escape a su sufrimiento.

Como docentes es preciso que tratemos el problema desde raíz, dialogando con la parte afectada (el niño agredido) y con la parte agresora (el niño agresor), así como con sus respectivas familias e intentando que entre todos se llegue a un consenso sin tener que aplicar medidas extremas (si puede evitarse) como la de separar a esos niños, ya que eso perjudicaría a una parte y beneficiaría a la otra.

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